Por fin llegaba una nueva Primavera. El amarilleo del cielo sobre el gris plomizo de la ciudad así lo indicaba. Algo me decía que aquél iba a ser un día diferente.
Como todos los días de todas las semanas del año, a la misma hora que todas las mañanas desde hacía mucho tiempo, me disponía a abrir mi modesto tugurio. Algo parecido a una tienda que, con el paso de los años y de mucho sufrimiento, había conseguido ser un lugar de referencia para todo aquel montañero, escalador, alpinista que, después del Gran Debacle Euro-Pedo, entre tanta miseria y escombros, todavía sentía la necesidad de seguir subiendo montañas, y yo era de los pocos que controlaba el mercado negro de material.
Tras el hundimiento de la vieja EuropAsia, sólo unos pocos sabíamos donde poder recolectar algo de material entre los escombros de nuestras propias ruinas, y sobrevivíamos a base del intercambio y el trueque. Un poco de comida por algo de material de montaña, un trozo de cuerda por una taza de aceite, un par de mosquetones por dos patatas, un piolet por un cesto de cebollas. Los adictos a la adrenalina te ofrecían lo que fuera con tal de poder salir de nuevo a respirar el aire puro que las montañas siempre nos ofrecieron, por aventurarse por los reinos de los grises y el frío, aquella ancestral sensación de sentir el vacío bajo los pies.
Entró medio renqueando. Mirada profunda y vidriosa. Manos fuertes, olor a rancio y las rastas recogidas bajo un gorro de lana que mostraba la huella lejana y descosida, de un símbolo casi de culto que tanto marcó a algunas generaciones de la época.
Las sirenas del exterior alertaban que el nivel de polución había aumentado un 8%, y por ello era necesario de nuevo el uso de las máscaras. Su sonido no apagó la gravedad de la voz áspera y oscura del individuo que tenía delante, bajo la luz de mi viejo frontal BD : “necesito un píe de gato, un FiveTen.”
Mi cara de asombro y de extrañeza pareció molestarle. Sin inmutarse en exceso, siguió hablando: “a poder ser para un píe derecho.”
Fue entonces cuando sin tapujos miré sus piernas y vi que le faltaba un píe, el izquierdo. Un accidente fruto de la vieja guerra, la que gracias a la avaricia de unos cuantos consiguió que todos los cimientos de nuestra vieja Europa se fueran al carajo en cuestión de años, le dejó sin su píe.
Le dije que no podía ser, que no tenía lo que él tanto deseaba. A pesar de querer ver como cumplía sus sueños de volver a escalar con una sola pierna, no podía ofrecerle lo que me pedía.
Le sugerí que buscara a alguien en su misma situación, pero al contrario. Es decir, que buscara a algún tullido que le faltara el píe derecho y así podría venderles a los dos un par de pies de gato. Incluso estaba dispuesto a rebajarles el precio. Me conformaría con un saco de arroz. No podía separar el último par de pies de gato que tenía en la maltrecha tienda, era algo demasiado valioso. Me miró con la mirada del yonqui que necesita su dosis para seguir adelante, y me lo pidió casi de forma violenta, con un brillo en los ojos que me hacía temer lo peor. Me decía que eso era casi imposible, encontrar a alguien que le faltara el píe derecho, una locura. Tal vez sí.
Pasaron los días. Pasaron las semanas. Como en aquella ocasión, algo me indicaba que hoy iba a ser un día parecido al de la llegada de la pasada Primavera. Abrí la tienda. Escaseaban víveres y material. Los tiempos habían empeorado y no había tenido oportunidad de salir a la búsqueda de algo de material con el que comerciar. Conseguí algún mosquetón, un par de clavos oxidados y una antigua mochila. Las estanterías estaban medio vacías y entre las telarañas todavía se podía ver aquél viejo par de pies de gato.
Estaba arreglando el cable de un viejo tascón excéntrico, cuando entró una mujer apoyada en un bastón. Manos fuertes y arqueadas, ojos verdes y perdidos, rostro curtido por los vientos mont-rebenianos, el pelo olía al aroma de los viejos robledales, en las afueras de la ciudad. Era allí donde acampaban los escaladores, y allí le habían indicado que viniera a mi tienda. Sin saludar siquiera me pidió algo que hubiera querido no escuchar:
“necesito un píe de gato, a poder ser, un píe izquierdo “.
8 comentarios:
Laberints, decisions, portes que es tanquen darrera i obren noves alternatives sense possibilitat de retorn o retroactivitat...
Espero que sigui només un conte, mai una predicció...
bo! m'ha agradat, i per quan la segona entrega...m'agradaria saber com acaba la història....la meva imaginació tira cap on vol en funció dels ànims
del dia....
"[...]fácil es buscar, fácil no encontrar[...]". Aunque espero que al final lleguen a hacer alguna trepada.
Saludos y por fin otoñales :))
TRANKI... esperemos que solo sea un cuento.. aunque el futuro... buuuffffffff.... qué futuro..???
:-))))))
LLORENÇ... jejeje... pues si que havia pensat en una segona part...
inclós li estic donant voltes per fer un petit curt... ja veurem...
:-)))) De fet.. alguna nova idea m'has donat.. ;-.)))) Gracies...
MI CAMINO... seguro que sus caminos.. algún día.. se cruzarán... pero eso.. es otra historia..;-))))
Un abrazo .. otoñal... :-)))
Un cuento demasiado terrible para comentar ... pero si para meditar...
Pekas es un placer volver siempre a tu rincón , oler tus escritos ,y saborear ese olor inconfunfible a Aire. Un beso através de el...
La vida es una constante ida y venida...me encantó!
Siempre hay puertas que se abren, solo hay que esperar el momento y aprovecha la oportunidad.
Me ha gustado mucho tu cuento.
Un besito
AMIE... la vida en sí misma ya es terrible... pero está cargada de momentos tan bellos y hermosos que deberíamos considerarnos afortunados...
Un abrazo enorme... se te echa de menos...
MAYTE... yendo y viniendo... para un día quedarnos... Un beso enorme
a la "vora del foc".. ;-))
ORÉADAS... Muchas gracias... un abrazo enorme desde las montañas...
PD. Creo que te consultaré una cosa vía priveé.. ;-))
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