4 de marzo de 2014

LA RESPUESTA...

De acuerdo. Sí. Lo acepto. Estaba triste.
Llevaba días preguntándome porque las cosas de este mundo, ya no tenían el mismo sabor, no tenían texturas ni colores.

Creo que hacía tiempo que, sin saberlo, lo tenía decidido.
Me acerqué en silencio hasta las rocas que me vieron crecer y en las que aprendí a confiar en las montañas. Me dejé llevar. Me abandoné por completo a sus formas, sus agarres, su ancestral aroma; de su mano atravesé océanos de piedra y de recuerdos; llevado por glaciares y lejanas cimas conocí el amanecer; seducido por desplomes y repisas de granito conocí el sonido de la noche; antes de ser devuelto a la base de la pared de nuevo.

Mis párpados, suaves y cerrados, arrastraban la huella del abismo y de la soledad; mi boca guardaba el sabor áspero del conglomerado, y mis manos reflejaban una vida en la vertical.

De repente toda aquella gente que gritaba a mi alrededor.
Ahora que tengo la respuesta, ya no tengo más preguntas.
 

PD. Un año algo alejado de las cuerdas y de los gatos (que no de la inactividad) provocan que mi febril imaginación viaje y navegue hacía lugares insospechados, rincones en los que uno se enfrenta, más que nunca, a sus propios temores, a sus monstruos; a los que aprendí a derrotar gracias a las letras, a las palabras, a los cuentitos que, como éste, me invitan a seguir soñando y a seguir caminando.

Un abrazo repleto de energía renovada, de nuevas ilusiones, de sonrisas...!!!